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Conectado con todos tus sentidos


En la anterior entrada al blog, les contaba sobre ese momento del año pasado en que volví a compartir con ustedes a través de este medio. Tener este espacio de conexión para PAS, que te recuerda y me recuerda nuestra esencia, es un refugio para mí.

 

Sin embargo, sólo duró un instante. Los eventos desafortunados continuaron sin pausa.

 


Como si se tratara de una película de suspenso hecha de mala gana, aparecieron personajes aleatorios, con un guion desordenado e incoherente, a dejarme en una difícil encrucijada: elegir entre defender lo que me correspondía por derecho o hacer lo que mi intuición me sugería para preservar el bienestar de mis pacientes y el mío.

 

En un par de días, luego de numerosas consultas a abogados y otros profesionales, a familiares y amigos, y en contra de las sugerencias de todos, decidí finalmente dejar mi amado consultorio. Ese espacio que fui construyendo durante tanto tiempo, con tanto amor. Y, de repente, ya no tuve espacio físico para seguir atendiéndolos a ellos, a mis pacientes que, si están aquí leyéndome, saben que nuestros procesos se vieron influenciados por este movimiento. Esa tan conversada mudanza del consultorio.

 

Luego de los trámites y traslados, y en medio de muebles por todos lados, retomé inmediatamente las consultas. Pero sólo de forma virtual en un nuevo consultorio que dispuse en mi hogar. No tenía tiempo ni energía para buscar otras opciones. Eso podía esperar.

 

Sin embargo, tal como jamás había sucedido en esa habitación, cuando comencé a atender nuevamente, el techo comenzó a llover. Fueron días y días de lluvias intensas que no me permitían arreglar el desperfecto. Y, por ende, los estuve atendiendo mientras llovía a mi lado. Sí, dentro del consultorio. A eso se debieron los cambios de fondo sesión a sesión, un día el sillón, otro la ventana. Intentaba evitar que se viera ese efecto naturalista que, si hubiera querido emular, no me hubiera salido. Me lo tomé con calma. Se habían mojado algunos libros y carpetas, pero logré salvarlos. Y eso era lo importante, al igual que poder sostener los procesos psicoterapéuticos.


A todo esto, le siguió el largo proceso de arreglar el techo, la venta de los muebles, dos semanas con dengue, el diseño de proyectos y la llegada de un nuevo integrante a la familia.


Aunque estas situaciones en las que me he detenido, la despedida de mi negro y la mudanza del consultorio, son sólo dos en medio de una vorágine de sucesos superpuestos, algunos relacionados y otros paralelos, en la que me vi envuelta tantos meses, sirven para transmitirles el tono y el ritmo en el que me encontré.

 

Pero, ¿por qué les cuento todo esto? Porque la sobreestimulación fue muy alta durante largo tiempo sostenido. Y, saber que soy Altamente Sensible, me salvó… una vez más. Conocerme y comprenderme me ayudó a mantenerme conectada a mi esencia altamente sensible.

 

Sabiendo que a nivel cognitivo proceso todo profundamente, me permití mis momentos de pausa, de reflexión, de conexión con otros, de soledad, según iba necesitando a cada momento. Como también me permití sentir mis emociones con toda su intensidad cuando aparecían, buscando la manera más adecuada de canalizarlas.

 

Sabiendo que presento una alta empatía, y desde un inicio estuve atenta a las necesidades de estos personajes, no me dejé envolver por sus manipulaciones y maltratos, lo que me permitió comprender que todo era una puesta en escena para dejarme en el lugar de chivo expiatorio en medio de intenciones ajenas a mi persona. Pude mantener mi valor y defender mis derechos, poniendo los límites necesarios durante el proceso y así no permitir que arrasaran con mi integridad.


Pero decidí irme de todas formas, porque tenemos la tendencia a anticiparnos. Y fue así que me detuve en la sutileza de detalles actitudinales y esa emocionalidad desregulada que, sabía, no cambiarían con el tiempo. No estaba dispuesta a ceder mi paz mental a costa del deseo otros. Como tampoco a vivir con la alerta constante de que en cualquier momento pudieran irrumpir en medio de la consulta con mis pacientes, lo que ya habían intentado, situación que minuciosamente estuve evitando durante el tiempo que duró el proceso de partida.

 

Y los estímulos sensoriales, siempre cuido los niveles de exposición en la forma en que dispongo y despliego mis actividades diarias. Por ejemplo, el arreglo del techo se extendió aún más porque, cuando las lluvias comenzaron a ceder, decidí que los momentos de albañilería no coincidieran con mis horarios laborales debido a los ruidos y el ajetreo que implicaba. Lo cual, claramente, dejaba muy pocos momentos de luz disponibles a lo largo de la semana para poder avanzar.

 

En síntesis, si no me hubiera mantenido presente en el aquí y ahora, siendo consciente del flujo variable de mis necesidades, y si no las hubiera atendido, sé que hoy, muy seguramente, estaría padeciendo un trastorno ansioso o depresivo. Y lo afirmo sin vacilar, porque la forma en que nuestro sistema nervioso está diseñado nos hace más propensos a desarrollarlos.

 

Y este es el otro motivo por el que, entre pausas, siempre sostengo y sostendré este espacio. Porque la vida es así, siempre habrá cambios inesperados y momentos dolorosos que teñirán nuestros mejores deseos de mantener una vida suave y armónica. Y mi objetivo es recordarles la importancia de conocerse, comprenderse, respetarse y cuidarse. Pero lo hago sin autoexigencias de frecuencia y constancia, con el deseo de que este contenido, tan al estilo PAS, extenso, detallado, emocional, pensado y repensado… con pausas y descansos, les sirva cada vez que deseen recordar su esencia.

 

Hay etapas en que estoy más activa en las redes; otras, más pasiva y resolviendo lo que la vida me presenta. No me exijo más de lo que puedo y quiero. No me juzgo, me comprendo. Me abrazo y valoro lo que puedo hacer, y lo que no puedo, según cada situación.


Y eso es lo que también deseo para vos. Que puedas abrazar tu esencia, mantenerte en tu eje, y saber cómo volver cuando la vida te desestabilice. Que sepas y quieras cuidarte y respetarte. Y amarte así, tan sensible, tan humano.



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